Monogamia e Infidelidad
- Carlos A. Matus B.
- 23 ago 2016
- 4 Min. de lectura
La monogamia es la más dura de todas las disposiciones maritales humanas. Es también la menos frecuente. Hasta las parejas fieles con muchos años de matrimonio a sus espaldas son principiantes en la monogamia, lo sepan o no. En su intento de mantener un vínculo social y sexual que comprenda exclusivamente a un hombre y una mujer, los aspirantes a monógamos van en contra de algunas de las tendencias evolutivas más profundamente arraigadas con las que la biología ha dotado a la mayoría de las criaturas, incluido el Homo sapiens.
Hay sólidos indicios de que los seres humanos no son monógamos “por naturaleza”, así como pruebas de que muchos animales antes considerados monógamos no lo son.
No hay duda de que los seres humanos pueden ser monógamos, si debiéramos o no serlo es otra historia, pero no nos equivoquemos: es raro y difícil que lo seamos.
No es que la idea de la monogamia haya sido puesta a prueba y resultado deficiente, más bien se trata de que ha sido considerado difícil y a menudo no se ha cuestiona siquiera. O al menos, no durante mucho tiempo, es lo que menciona G.K. Chesteron, refiriéndose al cristianismo.
El fallo, si es que éste existe, es menos de la sociedad que de nosotros mismo y nuestra biología. Así, la sociedad tradicional occidental en general ha prescrito la monogamia para la mayoría de nosotros. Las normas, tal y como han sido oficialmente dictadas, están bastante claras. Se supone que hemos de conducir nuestra vida sentimental y sexual a través de relaciones con sólo una persona y dentro del campo de juego matrimonia designado. Pero igual que ocurre en los juegos, la gente en ocasiones se salta las reglas.
Para mucha gente, moralidad y monogamia son sinónimos. El matrimonio es la sanción final y las transgresiones a la monogamia en el matrimonio son el supremo delito interpersonal.
Es irónico, que la monogamia en sí, no sea no remotamente tan incómoda como lo son las consecuencias de desviarse de ella, incluso, en muchos casos, aun que nadie se entere de la transgresión. Dejando de lado los escrúpulos religiosos, la angustia provocada por la transgresión personal puede ser muy intensa, al menos visto esto, en la sociedad occidental. Quienes están más sujetos del mito de la monogamia a menudo se sienten culpabilizados, condenados como los personajes de un cuento moral puritano, a limpiar su infructuosa y eternamente su alma contaminada por el adulterio, creyendo a la vez, que su agravio, no sólo es imperdonable, sino antinatural.
Para muchos, quizá para la mayoría, el mero hecho de sentir deseo sexual por alguien que no sea el propio cónyuge, por mucho que ese deseo no se materialice jamás, genera gran arrepentimiento y sentimientos de culpabilidad.
A los conservadores sociales les gusta clamar al cielo ante lo que perciben como una creciente amenaza a los valores familiares. Pero no tienen ni la menor idea de hasta qué punto es grande esa amenaza, ni de donde proviene.
Es evidente que la familia monógama está bajo constante amenaza, lo cual la hace vulnerable, y no por obra del gobierno, ni por un declive de la moral, y desde luego, menos aún por un gigantesco plan en contra de la humanidad, sino por los dictados de propia biología, contra los cuales estamos luchando, con fines moralistas, que solo pervierten y distorsionan una necesidad básica, lo cual provoca que la percepción se altere, y en lugar de aceptar un instinto, este se ve amenazado, y así pervertido.
Se diría que todas las grandes tradiciones literarias, al menos del mundo occidental, consideran especialmente fascinante ahondar en los fracasos de la monogamia, como en Tristán e Isolda, Madame Bovary, la Carta Escarlata.
La literatura actual, no se ocupa tanto en las aventuras como tal en las que se ven inmersos sus personaje, sino más bien se centran en el trasfondo biológico que estas tienen.
Por otra parte, se considera como hemos comentado, que una de las peores traiciones hacia nuestra pareja o por parte de ella es la infidelidad; generalmente se piensa que la persona infiel es la única culpable de la situación, sin embargo, la infidelidad es el resultado de la crisis de una pareja (en la mayoría de los casos), pues quien es infiel lo hace porque busca en otra persona cuestiones sexuales, emocionales o intelectuales que su pareja no le da.
La infidelidad no se sucede espontáneamente, siempre hay motivos que la provocan. Las razones pueden ser interminables, pero los sexólogos y especialistas en terapia de pareja coinciden en que en todas éstas, se intenta satisfacer las carencias en la pareja.
La infidelidad es un síntoma de la serie de crisis por las que se están atravesando en la pareja; si buscamos en el fondo, descubriremos que se es infiel cuan no se encuentra en la pareja lo que se busca, y la relación no satisface completamente las necesidades y expectativas puestas en la otra persona. Sin embargo, superar la crisis dependerá de la forma en como la pareja se pueda comunicar.
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